Pieza elegida por Clara González Freyre de Andrade

Si tuvieras la oportunidad de poseer cualquier obra de arte del mundo, sin importar factores externos como su cuantía o ubicación, ¿cuál escogerías para iniciar tu pequeña colección? La pregunta es más compleja de lo que a simple vista parece. Las personas que trabajamos cara a cara con el arte solemos ser tan apasionadas como indecisas, aunque intentemos ocultar esta faceta cuando compartimos nuestras pasiones con el mundo.

No suelo permitirme el lujo de tener preferidos, igual que una madre se siente incapaz de escoger entre sus hijos. Pero hoy haré una excepción por la que es una obra que ha quedado grabada en mi retina y, de tener la oportunidad, me encantaría colgar de las paredes de mi pequeño refugio en el corazón de Madrid. Y es una fotografía: Jaula – Nube de Chema Madoz, artista representado por la Galería Elvira González.

Recuerdo la primera vez que esta obra se cruzó en mi camino. Tenía que hacer un trabajo de investigación y estaba buscando algún fotógrafo conceptual, una víctima que me sirviera de reivindicación del papel artístico de la fotografía más allá de la mera plasmación de la realidad. Nunca me había parado a pensar cómo se vería una poesía de estar construida con una imagen y no por palabras, pero al enfrentarme a esta obra lo supe: tenía delante un poema, y no uno cualquiera, tenía delante un poema de los buenos. Curiosamente no escogí esta obra, nuestro primer encuentro quedó relegado a una simple anécdota. Entonces no lo sabía, pero no volvería a poder quitármela de la cabeza.

Fechada en 2004, lo que hace tan especial a Jaula – Nube es precisamente que su aparente simplicidad encierra multitud de interpretaciones posibles. Me gusta pensar que esa nube es sinónimo de libertad, una libertad cohibida por los barrotes de la jaula. Pero en un segundo vistazo, esta vez con mayor detenimiento, se aprecia que la nube sobresale, que hemos sido victimas de un juego óptico que sirve de perfecta metáfora: no existe tal jaula, nosotros mismos hemos construido las barreras que separan a nuestra pequeña nube de su ansiada libertad. Esta es la magia de Madoz: es imposible no admirar su capacidad de coger algo tan inverosímil como encerrar una nube en una jaula y hacerlo realidad. O, al menos, aparentarlo.

Y así es cómo decidí mi pequeña colección imaginaria empezara con una nube, pero esta vez sabiendo que no existe la jaula.

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